Cómo resolver los conflictos con adolescentes o no tan adolescentes?

Los conflictos van a estar presentes a lo largo de nuestra vida y en todas nuestras relaciones ya sean familiares, de amistad, de pareja, e incluso laborales.
Cada persona tenemos gustos, intereses, puntos de vista, opiniones, diferentes y estas pueden chocar con las de aquellos que nos rodean. Por ello es importante que aprendamos a solucionarlos de forma constructiva.
Por regla general solemos ver los conflictos como algo negativo, porque suelen ir acompañados de pensamientos muy negativos y de sentimientos de ira, rabia, enfado y decepción. Por ello es importante que tratemos el conflicto como algo normal y partir de la premisa de que los conflictos pueden resultar algo positivo, ya que nos brinda la oportunidad de aprender de ellos y de elaborar estrategias de solución en conjunto. De esta manera esteremos solucionado esos conflictos de manera constructiva, lo que favorecerá los vínculos afectivos entre las partes.
En las relaciones entre padres, madres e hijos es frecuente que surjan los conflictos, no solo por la diferencia de maduración entre adultos y niños, sino porque como decíamos anteriormente los intereses y las preocupaciones tampoco son las mismas.
Los niños quieren jugar a todas horas, en el caso de los adolescentes, estar con los amigos o pegados al móvil y los padres queremos que hagan los deberes y estudien.
Al llegar a la adolescencia, los conflictos suelen aumentar, pero si somos capaces de poner en práctica todo aquello que hemos aprendido sobre habilidades emocionales y habilidades de comunicación lo abordaremos de manera más eficaz.
¿Cómo resolvemos un conflicto de manera positiva?
- Lo primero de todo es mantener la calma. Como ya veníamos diciendo, los conflictos pueden ser oportunidades de cambio y de mejora de las relaciones con los demás, si lo hacemos de la manera correcta.
- Tomarnos un tiempo. Si observamos que estamos excesivamente tensos o enfadados, debemos esperar a que nuestro estado cambie para poder abordar el conflicto. Ya que si no lo hacemos posiblemente ese choque entre nosotros y nuestros hijos pueda acabar mucho peor de como empezó. Si hablamos desde el enfado o la decepción es muy probable que solo nos salgan frases llenas de reproches y de calificaciones con un tono de voz elevado, que no nos ayudará a resolver el conflicto. Además de forma indirecta estaremos enseñándoles a los hijos que para poder dialogar y resolver problemas debemos estar tranquilos y serenos y que por mucho que uno chille no tiene más razón.
- No es algo personal contra nosotros, cuando hay un conflicto no es que l@s hij@s quieran molestarnos a propósito, ni se han levantado de la cama esa mañana con el objetivo de fastidiarnos, simplemente es que ellos tienen sus opiniones y percepciones de una misma situación de manera diferente a la nuestra.
- No tener miedo al conflicto. Como venimos diciendo hasta ahora, que existan conflictos es normal, como adultos vamos a tratar de solucionarlos con la mayor seguridad posible.
- Reconocer su existencia. El hecho de que existan conflictos en nuestra familia no nos hace ser peor familia o ser unos malos padres y madres. Lo contrario, es decir, la ausencia de conflictos, si que nos debería llevar a pensar que está pasando… ¿los estamos evitando o escondiendo?. El hecho de no hablar de los conflictos, de sus causas y de sus posibles consecuencias, no hará que éstos desaparezcan, si no todo lo contrario, pueden quedarse latentes y “cronificarse”, y posiblemente con el paso del tiempo nos acabe estallando en las manos. Por lo que cuánto antes asumamos el conflicto y reconozcamos sus causas y consecuencias, más fácil nos resultará poder encontrar soluciones de una manera eficaz.
- Una vez que hemos identificado el problema o conflicto, debemos hablar sobre él, qué nos preocupa, cómo lo valoramos, a dónde nos ha llevado, etc.. todo ellos sin descalificar a la otra parte como causante del conflicto. Recuerda que no se trata de buscar culpables, si no de encontrar soluciones.
- Utiliza mensajes YO, para afrontar el conflicto. Podemos usar expresiones como: “cuando pasa esto, yo me siento molest@“; “Yo pienso que cuando esto ocurre, es por …..”; ”Yo me siento…, cuando…..”. De esta manera afrontaremos el conflicto de una manera asertiva permitiéndonos expresar en todo momento nuestra opinión y sentimientos sobre el problema, sin tintes acusatorios. Debemos evitar las frases como: “Porque tú…..; si tú me hicieras caso…; “Sólo piensas en tí”; “Nunca haces caso”; etc…
- Aplica la Escucha Activa y la empatía. Debemos escuchar la opinión de los otros y cómo se sienten ante él. De esta manera conseguiremos reunir mayor información de cómo se está desarrollando el conflicto, cómo se siente la otra parte y de sus posibles consecuencias si no se encuentra una solución. Debemos ser capaces de ponernos en el lugar del otro y de entender su posición.
- Utiliza el sentido del humor y el pensamiento positivo. La ironía asertiva y el humor, nos pueden ayudar a rebajar tensiones y a llegar a una solución bajo un clima más distendido y no de crispación. Pero ojo utilizar el sentido del humor no significa, menospreciar los sentimientos de los demás o restar importancia a lo que nos dicen.
- Buscar soluciones entre todos. Llegados a este punto, ya tenemos claro, cuál es el conflicto y cuáles son sus causas. Ahora nos toca buscar soluciones, si es un problema complejo, lo mejor sería que cada parte escribiera en un papel varias propuestas de acuerdos, siempre teniendo en cuenta el relato escuchado previamente de la otra parte. Una vez tenemos el listado escrito, nos los intercambiamos y podemos seleccionar dos o tres posibles soluciones a negociar. Las ponemos en común y elegimos la mejor opción por consenso.
- Para que realmente sea una solución que complazca a las partes, debemos aprender a ceder y enseñarles a ceder también. La cesión no implica ni sumisión, ni pérdida (es el resultado de un buen trabajo de comunicación, confianza y de predisposición de las partes para llegar a un acuerdo).
- Para algunos casos complejos, podemos redactar un acuerdo por escrito que vaya firmado por las partes.
- Pasado un tiempo, debemos analizar la eficacia de las soluciones acordadas. Si pasado un tiempo prudencial viéramos que las soluciones no han puesto fin a ese conflicto en cuestión, debemos volver al paso 10 y buscar nuevas soluciones.
Si a pesar de poner en práctica estas pautas, las situaciones en casa son difíciles y os resulta muy complicado llegar a acuerdos o incluso a entenderos, debéis buscar apoyo y orientación en un mediador familiar. El mediador se centrará en facilitar el diálogo entre las partes y alcanzar una solución satisfactoria para todos.
Cristina Limón
Trabajadora Social y Coach de
Grupo Tangram
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